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Hay la bóveda elíptica y celeste;
y, en el mangle, el cangrejo que trajina
con el mismo perfil vivaz y agreste.

El azul desengancha su vitrina
que da a la mar. En tanto, el escondite
del crustáceo, la ola arremolina.

Los dos actores plasman el convite
que la astuta naturaleza opera:
el mar, el elemento de la elite,
al otro humilla, pues, de vil manera.

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