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La lluvia se propone con sus dedos
al plantarse el invierno a su mesura,
por millar alborota y sin enredos.

La pulsación, acústica escritura,
contra el trozo de zinc sacramental,
trócalo en artefacto que depura.

Se engríe la techumbre musical,
pianola que insinúa su cadencia.
El chinchorro que, junto al vendaval,
embotan el bostezo con licencia.

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