los-gocho

 

Rechinó la baldosa de París
desde el Andes, apéndice de guerra.
¡Espumaron el vino con anís!

La bóveda triunfal, alzada en tierra,
fue el descaro, el espíritu malquisto,
en hombros del burgués que teme y berra.

El grillete a las botas fue previsto.
Banqueros apiñados al trasnocho
de las calles, al no ayudar al cristo;
de sus bocas enanas creció el gocho.

Las fauces del diablo

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Suspira en verde sayo la latebra,
tugurio intestinal del hunapú,
en tiempos que infamaba la culebra.

Escondida en la giba de un cebú,
le confiere al quiróptero nocturno
madeficar su sombra de tisú.

Tallada desde el bozo de Saturno,
hasta la torcedura de su dedo;
enluce si la piedra pisa alburno,
y sus fauces invocan carga y miedo.

El hombre de los 600 nombres

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Con el hábil tendón, que de tu mano,
tendido, con afán a la escritura,
y con los aires que surtía Jano,

licuaste los escritos a tu altura.
¡Argucia del disfraz entre los vates,
en sus dignos talentos de locura!

Hecha la delación de tus dislates,
además de abusar del buen Rufino,
por dormirte en Madrid en sus arriates,
al parecerte el dumio tan cansino.

La malquerida zarzuela

De todos mis adefesios es la letra de Alma llanera del que mas me arrepiento. En efecto, es esta mi página dolorosa; el hijo enclenque de mi espíritu, la cana al aire, la metida de pata. Amigos abandonados, por consolarme, dicen que su mediano estreno en el Teatro Caracas y su pavorosa “reprise” en el Municipal, fueron  culpa de los cómicos que la montaron, que eran muy malos.9 de enero de 1916 – Rafael Bolívar Coronado

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¡Coronado! ¡Tonto bardo, lerdo y leve! Con la queja,
hiena austera que al instante clava el diente al pescuezo,
retorciste la corona refinada de tu oreja.

«¡La apertura de la noche desgajaba con bostezo!»
¡Qué condena concentrada con ligero histerismo!
Pues, los labios, nunca dieron las señales de un tropiezo.

De tus ojos, bajo sombra, divisaron con simplismo
el teatro, que en la sala fue cogido con cautela.
Te sentías, a dos años, sentenciado al abismo;
con el tiempo, a la cumbre, esponjaba tu zarzuela.