La torpe esclava lastimó tu pelo,
y forzando tu mano la humillaste:
¡nervio en la sed que provocó el flagelo!
Tu voluntad de horror vulgarizaste
en las púberes: pústula y sevicia.
¡Al delirio de sangre revolcaste!
El himen mutilabas con pericia
trancando con chillidos La Doncella:
era tu piel, untándose en delicia;
era tu pasmo, por guardarte bella.