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Erzsébet Báthory

La torpe esclava lastimó tu pelo,
y forzando tu mano la humillaste:
¡nervio en la sed que provocó el flagelo!

Tu voluntad de horror vulgarizaste
en las púberes: pústula y sevicia.
¡Al delirio de sangre revolcaste!

El himen mutilabas con pericia
trancando con chillidos La Doncella:
era tu piel, untándose en delicia;
era tu pasmo, por guardarte bella.

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